10/3/14

Entre dos mundos, Capítulo 2


Los días pasaron demasiado lentos para Mia que no conseguía olvidar de lo que vio aquella noche. Sus miedos siempre la habían atacado a través de sus pesadillas, pero lo vivido hace un par de noches no era una pesadilla. La cicatriz que todavía tenía en su mano, provocada por el cristal al caer, le recordaba que todo lo que había vivido era real.
Pero para Eric y Kristian tampoco fue nada fácil, ninguno de los dos olvidó lo que vieron, aunque tampoco hablaron de ello. Viendo que Mia no iba a hablar con ellos de lo ocurrido, ellos tampoco lo iban a intentar. Aunque Eric que conocía mucho mejor a Mia que su primo sabía que lo que fuera que hubiera pasado la había afectado más de lo que ella dejaba ver a los demás. Todo ello lo único que provocó en él fue que su curiosidad y su preocupación fueran en aumento.
Mia pensó que lo mejor que podía hacer era tomarse unas pequeñas vacaciones y tras una llamada rápida a su madre, se dispuso a hacer la maleta.
Cuando Eric llegó de las clases, fue directamente a su dormitorio para buscarla como cada día.
-¿Todo bien?
Eric asintió sin más, se acercó a ella para darle un beso cuando se percató de que esta estaba haciendo la maleta, lo que le hizo arrugar el entrecejo.
-¿Qué pasa aquí?
-No pasa nada cariño, me voy a ver a mi madre unos días.
-¿Y eso?
Mia miró a Eric extrañada por su tono de voz.
-Bueno es mi madre y llevo sin verla varias semanas, ¿Qué tiene de raro que quiera ir a verla?
Eric se encogió de hombros y caminó hasta el otro lado de la cama y se sentó para poder mirarla mejor mientras ella seguía haciendo la maleta.
-Bueno no habías mencionado que quisieras ir a verla, todo lo contrario, llevas días diciendo lo estresadas que estas por que no tienes ni un día libre por la universidad. Perdóname porque me sorprenda que ahora de la nada tengas días libres para ver a tu madre.
Mia volvió a mirarlo, ¿Qué demonios le pasaba?
Dejando de lado todo lo que estaba haciendo camino hasta llegar a donde él estaba y sin pensárselo dos veces, se sentó en sus piernas.
-¿Se puede saber qué te pasa?
-¿Qué me pasa a mí? – soltó una carcajada que hizo que el cuerpo de Mia se estremeciera.- ¿Me lo preguntas tú? No soy yo el que está huyendo.
-¿Huyendo? ¿De qué hablas Eric?
-Hablo de que hace unos días no dijiste nada de ir a ver a tu madre, y ahora de repente después de lo que pasó hace un par de noches tienes días libres y corres a sus brazos.
El cuerpo de Mia al oírle mencionar lo ocurrido se tensó y él lo notó al instante. La sujetó por las caderas y con un movimiento rápido la tumbó en la cama quedando el encima. Dejando su boca a tan solo unos centímetros de la de ella, preguntó:
-Mia, ¿qué ocurre? ¿Por qué en vez de ir corriendo a buscar a tu madre no te quedas aquí conmigo y me cuentas lo que está pasando?
-No pasa nada Eric, ya te lo he dicho. Solo quiero ver a mi madre. No huyo de nada, volveré en un par de días.
-Está bien, si no pasa nada y vas a estar fuera unos días, habrá que aprovechar antes de que te vayas.
**
Cuando Mia apagó el motor del coche sintió que al fin después de tanto tiempo volvía a estar en casa. Su madre todavía seguía viviendo en el pueblo donde ambas nacieron Flåm. Desde pequeña sentía que aquella era su casa pero no podía evitar sentir también que allí era donde había pasado los peores momentos de su vida. Por ello cuando tuvo la oportunidad no dudó en mudarse a Bergen, a unas dos horas y media aproximadas de su pueblo.
A pesar de que cuando llegaba a su casa no podía evitar que los recueros invadieran su cabeza, también sentía una gran alegría, volvía a estar en casa con la persona a la que tanto quería, su madre.
Linda al escuchar llegar el coche de su hija no se lo pensó dos veces y salió de casa para recibirla con los brazos abiertos. No conseguía acostumbrarse a que su hija se hubiera marchado tan lejos de ella, todavía la veía como la niña que llegó una mañana a su casa con la mirada perdida después de todo lo ocurrido. Desde aquel día la había mimado, intentó por todos los medios conseguir que esa niña pudiera volver a ser feliz.
-Mi niña al fin estas en casa. Esta más delgada.
Mia no pudo evitar reír ante el comentario de su madre, siempre la veía más delgada.
-Mama, estoy igual o incluso algo más gorda que la última vez que nos vimos.
-Entonces cariño, tendré que pedir cita con el médico, tu madre se hace mayor y la vista le empieza a fallar.
Ambas rieron mientras Mia terminaba de sacar su maleta del coche y se adentraban en la casa.
-Cariño, estas muy blanca, ¿seguro que estás bien?
Mia cansada de ocultar lo que le preocupaba, se dejó caer en el sofá y empezó a llorar. Se había repetido una y otra vez durante el trayecto en coche que no debía llorar, que quería hablar con su madre sin preocuparla demasiado, pero cuando llegó a su casa y la vio no pudo retenerlo más. Llevaba demasiados días fingiendo estar bien, y delante de su madre, la única persona que conocía todos sus secretos, no podía seguir haciéndolo.
-Mia cariño, cuéntame que ocurre, me estas empezando a preocupar.
-Mama, yo... yo no sé qué me pasa, creo que he terminado de volverme loca.
Linda se sentó junto a su hija, no soportaba verla llorar y lo peor de todo odiaba no poder ayudarla.
-Mi niña no estás loca, deja de decir esas cosas tan feas de ti misma. ¿Por qué no te calmas y me cuentas que ha pasado?
Mia se limpió las últimas lágrimas que caían de sus ojos y empezó a hablar:
-Mama ya no solo la veo en sueños, el otro día me pareció verla en el pasillo de casa, yo... yo no sé si fue real, o si soñé despierta. Me corté con un cristal y mira, -Le enseñó la marca rosada que todavía se podía ver en su mano- no creo que sea una casualidad. Yo creo que he terminado de perder la cabeza.
-Mi niña por enésima vez, no estás loca.
-Entonces como explicas...
-No lo sé cariño, -interrumpió esta.- pero lo que si se es que tú no estás loca.
-Mama no es un trauma.
-No, puede que no, pero encontraremos la solución cariño. Tú eres muy fuerte y podrás con ello.
-¿Fuerte? No creo que sea el mejor adjetivo para describirme.
-Mia, no te menosprecies. Después de todo lo que has pasado, mírate. Eres toda una mujer, capaz de decidir por sí misma, capaz de querer a otra persona después de todo el rechazo que ha sentido desde pequeña. Cariño cuando llegaste a casa yo nunca imaginé que llegaría a verte así. Después de que tus padres...
-Mama ni los nombres.
Mia ya se había levantado del sofá y caminaba nerviosa por el salón, odiaba cuando su madre removía el pasado.
-Cariño, sabes que te quiero más que a mi propia vida, y estoy muy orgullosa de ti. Solo digo que si ellos pudieran verte, también lo estarían.
-Mama, olvídalo ya ¿vale? Ellos me dejaron atrás, no me querían a su lado. Tú me has criado, tú me has dado la vida que tengo, tú y solo tú me diste lo que más falta me hacía, amor. Me da igual si un papel dice que no eres mi madre, me da igual si la estúpida gente de este pueblo sigue hablando mal de nosotras, me da igual, porque a mis ojos tú eres mi única madre.
-Mia...
-Déjalo mama, me voy a la cama estoy cansada por el viaje.
**
Cuando Eric se despertó se asustó al no sentir a Mia a su lado, miró extrañado el reloj que tenía en la mesita de noche, las diez y media. No estaba acostumbrado a dormir tanto y sobre todo no estaba acostumbrado a pasar toda la noche tranquila.
¿Cómo estaría Mia?
No podía dejar de pensar en ella, cuando se marchó estaba muy extraña, sabía que algo le pasaba pero como siempre no le dijo nada. Llamar a su madre le abrió los ojos, Mia escondía algo, y él estaba cansado de ser el tonto que la esperase en casa con una sonrisa oyendo una mentira tras otra.
Cogió el teléfono que descansaba en la estantería, y sin pensarlo dos veces marcó.
-¿Hola?
-Marie... tenemos que hablar.
-Eric no es buen momento, yo...
-Marie por favor.
Marie al escuchar la voz de Eric no pudo negarse. Sabía que lo que estaba a punto de hacer cabrearía aún más a su amiga de lo que ya lo estaba, pero también sabía que era por su bien.
Mientras tanto Mia salía al fin de la ducha, como era costumbre la pesadilla de aquella noche había sido horrible. Cada noche las pesadillas iban a peor, cada noche eran más crueles, y cada vez la voz de aquella chica era más exigente.
Cuando Mia consiguió al fin tranquilizarse y recuperarse de la pesadilla, salió del dormitorio enfrentándose de nuevo a su madre, que la recibió con una enorme sonrisa y un abrazo. Estaba claro que la pequeña discusión de ayer estaba totalmente olvidada. El amor que sentían no les permitía estar enfadadas mucho tiempo.
-Siento lo de ayer cariño, yo también tengo algo de estrés últimamente y....
-No importa mama. Perdóname a mí, yo... –suspiró- últimamente ando bastante tensa.
Asintió.
Ambas se sentaron en la mesa del comedor para desayunar como hacía muchos años, Mia se dio cuenta al instante de que su madre quería decirle algo pero que por alguna razón callaba.
-¿Qué ocurre?
-Tus pesadillas... han ido a peor ¿no?
-Mama te lo dije ayer...
-No Mia, ayer dijiste que pensabas que habías vivido cosas, no que tus pesadillas hubieran empeorado, con razón me llamó Eric preocupado...
Ese dato pilló a Mia totalmente por sorpresa. ¿Eric la había llamado? ¿Sabría la verdad?
-¿Qué Eric hizo qué?
Su madre se acercó más a ella viendo su nerviosismo, y cogiéndole la mano aclaró:
-Mia estaba preocupado por ti, me llamó hace un par de noches. Me preguntó si sabía que te ocurría, si sabía porque razón tenías esas pesadillas. Me di cuenta al instante de que no tenía ni idea, ¿verdad?-Mia asintió- Cariño, es tu pareja y deberías confiar más en él. Al menos debería saber tu verdadera historia, ¿no crees?
-Mama eso solo empeoraría las cosas, nunca me ha gustado que la gente me mirase con pena.
-¿Por qué crees que lo haría?
-Porque me quiere, hace todo lo que puede porque yo esté bien, y si le digo lo que pasó querrá consolarme y cuidarme, como si...
-¿Y que tiene eso de malo? Mia a veces las personas necesitan que las cuiden.
-Déjalo mama, no quiero discutir más contigo. Sabes cómo reacciona la gente cuando saben la verdad, y odio sentirme así. Me voy a dar una vuelta, necesito que me dé el aire.
Linda no pudo decir nada más, vio cómo su hija salía como un torbellino de casa. No lograba entender porque actuaba así, porque era tan cerrada con su pasado. Quizás, lo que más miedo le daba a Mia después de todo es el dolor que provoca recordar todo lo ocurrido.
**
En cuanto entró por la puerta de la cafetería Marie supo que lo que estaba haciendo estaba mal. No le preocupaba que la gente la viera con el novio de su amiga, estaba segura de que ella en ningún momento pensaría que ellos pudieran haber hecho algo. Pero después de lo del otro día se la estaba jugando demasiado, Mia era su mejor amiga, con la que había luchado durante tanto tiempo para estar bien. Pero que más podía hacer, ¿Dejar que siguiera como si nada, hasta que sus miedos la consumieran? No, no podía consentirlo. Pero estaba segura de que estar aquí tampoco era buena idea.
Marie cruzó la cafetería dudando a cada instante si debía o no debía darse la vuelta y salir corriendo. Pero sus dudas se mitigaron en cuanto le vio, parecía cansado, estaba con la mirada perdida en la ventana. Nunca se fijó en Eric ya que siempre lo conoció como el novio de Mia, pero era un chico bastante atractivo, pero desde que vivían juntos, el al igual que Mia, había perdido algo.
-Hola.
Eric se levantó para saludarla.
-Gracias por venir Marie.
-Bueno, nos vamos a ganar una buena si Mia se entera de esto.
Vuelve a fijar la mirada en el horizonte de la ventana.
-Tranquila no se va a enterar, ni si quiera está en la ciudad.
Aquella información alarmó a Marie.
-¿Cómo que no está? ¿Dónde está?
-Con su madre. Se fue ayer, según ella porque después de todos los exámenes y trabajo quería verla, llevaba mucho tiempo sin estar con ella y la echaba de menos. Pero, ¿Sabes qué? No me creo nada, ya no me creo nada de lo que dice.
-Eric...
-Marie no la defiendas, estoy cansado de ser el tonto que no se entera de nada, el tonto que se pasa las noches en vela por ella, el tonto que sufre viéndola a ella pasándolo mal. Me siento... Me siento como si me tomaran el pelo constantemente y... no sé si puedo aguantar más.
-No sé de qué hablas Eric.
Marie se revolvió incomoda en su silla y Eric lo notó.
-Tú también no por favor. No sabes lo que es ver a la persona que quieres sufrir noche tras noche, jamás había sentido tanta agonía. Yo...-suspiró- yo solo quiero ayudarla, quiero que esté bien, y que sea feliz. Sé que sabes lo que ocurre, también sé que jamás me lo dirás. Pero... no sabía qué hacer y lo único que se me ocurrió fue recurrir a ti, pensé que quizás tras suplicar un par de veces...
-Accedería a contarte todo ¿no?- Eric asintió y la miró, intentó descubrir si ella iba a ceder a su petición o no.- Mira Eric, Mia es mi mejor amiga y si te cuento lo que sé, tardará poco en matarme. Entiendo que estés como estás, créeme que se lo digo siempre a Mia.
-Pues ya ves que no te hace mucho caso.
-Porque tiene miedo, y antes de que preguntes nada te diré algo más. Estoy segura de que el día menos pensado hablará contigo y te contará todo, solo debes tener algo más de paciencia.
-¿Paciencia?- Eric soltó una carcajada.- Marie, ya no me queda paciencia.
-Bueno pues si la quieres tanto como creo que lo haces la sacarás de donde sea. – Marie miró su reloj y se dio cuenta de que si no se daba prisa iba a llegar tarde- Mira Eric hablaré con ella si es lo que quieres, la convenceré de que hable contigo, pero no puedo ser yo quien te lo cuente, es su vida y debes comprenderlo.
Eric asintió, Mari se levantó para marcharse.
-Me tengo que ir llego tarde.
-Gracias.
Marie asintió antes de darse la vuelta y marcharse.
Le dolía ver a su amigo así, y más sabiendo que al menos podría saciar su curiosidad, pero entonces perdería a Mia, y no podía permitírselo. Salió de la cafetería corriendo, si no se daba prisa llegaría tarde.
**
Mia caminaba sin rumbo fijo por las pequeñas calles de su pueblo, la gente la observaba y la reconocía pero ella intentaba no hacer caso a sus miradas. Era algo a lo que ya estaba acostumbrada desde pequeña, siempre fue el bicho raro dentro y fuera del colegio, si no hubiera sido por su madre no lo habría podido superar. Ella la convencía siempre de que la gente se aburriría del tema, que llegaría un día en el cual no hablarían más de ello, supongo que ella también quería convencerse de que iba a ser así. Catorce años después la gente sigue intrigada por saber que se esconde detrás de nuestra extraña familia.
Sin saber cómo sus pasos la llevan hasta las puertas del antiguo cementerio, hacía años que no entraba, tampoco sentía nunca la necesidad de hacerlo. Allí lo único que había eran malos recuerdos, aquellos que intentaba olvidar y que por razones que no lograba comprender no podía. Sin pensárselo dos veces Mia se adentró en el cementerio.
No había nadie, a parte de los encargados de tenerlo todo en orden. A pesar de haber ido muy pocas veces, conocía el camino de memoria, podría hacerlo incluso con los ojos cerrados. Cuando los niños del colegio se metían con ella, corría y corría hasta llegar a su tumba, y solo entonces se sentía en casa. Con el paso del tiempo se fue dando cuenta de que su casa por mucho que quisiera ya no estaba junto a ella. La había perdido, la muerte es algo que jamás podría arreglar. Aquel día lo perdió todo, dejó de ser la chica que era, dejó de ser una niña para convertirse en quien es ahora.
Suspiró al llegar al final de su camino. Y volvió a sentir como su corazón se encogía por el dolor, ¿Llegaría algún día a superarlo? Levantó la vista y miró de nuevo aquella tumba.
Helen Berg
1993-1999
**
Marie llegó a la universidad asfixiada, corrió durante todo el camino, si había algo que odiase era llegar tarde y más cuando había insistido tanto en encontrarse con él.
Entró en la facultad de psicología, la cual se conocía de memoria a pesar de que no estudiaba allí. Marie era una apasionada del estudio del cerebro humano, pero sus padres jamás aprobaron aquello. Ella debía ser abogada como ellos y poder así entrar en el negocio familiar.
Cuando alcanzó el pasillo de los despachos de los profesores se dio cuenta de que solo uno de ellos tenía luz, menos mal, la estaba esperando, a pesar de llegar tarde. Llamó a la puerta y esta se abrió segundos después.
-Señorita Salberg, por fin, ya pensaba que le había ocurrido algo por el camino.
-Profesor discúlpeme, he tenido un contratiempo.
-No se disculpe mujer, estaba corrigiendo algunos trabajos. Pase, vamos, no se quede en la puerta.
Marie conoció al profesor Peterson en una de sus conferencias. No faltaba a ninguna, había leído todos sus libros en la biblioteca y ansiaba con conocerle. Un día se animó a acercarse a él y este encantado contestó a todas sus preguntas. Desde entonces mantenían una amistad algo extraña, ella acudía a él siempre que tenía alguna curiosidad o alguna duda, gracias a él encontró toda la información que necesitaba para ayudar a Mia, aunque sirviera de poco.
El profesor Peterson, era joven a pesar de parecer más mayor de lo que realmente era, según él se debía a las noches en vela cuando intentaba resolver algunos de los enigmas sobre el cerebro humano que todavía estaban sin resolver. Le encantaba su trabajo, vivía para ello, adoraba dar clases y ver como poco a poco sus alumnos empezaban a amar la psicología tanto como él. Si no fuera por la sensación tan gratificante que sentía cuando sus alumnos se acercaban a él para darles las gracias por sus clases no seguiría siendo profesor, viviría apartado de la sociedad, centrado únicamente en los enigmas de la vida.
-¿Quieres un vaso de agua? Parece que hayas venido corriendo.
-Y así ha sido, no quería llegar tarde.
-Nunca es tarde para una buena charla contigo.
Marie sonrió, cuando estaba con él se sentía segura. A diferencia de sus profesores él no la trataba como una niña, quizás porque no era realmente tu profesor o quizás porque después de tanto tiempo ha aprendido a verla como es realmente.
-Profesor es sobre mi amiga.
-Marie, creo que tenemos la suficiente confianza como para que me llames por mi nombre ¿no crees?- Marie asintió- ¿Ha ocurrido algo nuevo con tu amiga?
-Así es.
-Interesante, siéntate y cuéntame que ha pasado.
-Verás, el otro día llegó a su casa tras las clases y creyó ver a alguien, bueno no era alguien misterioso, era la misma chica que aparece en sus sueños. Dice que le habló que volvió a insistirle en que debía ayudarla, a ella le sonó como una amenaza.
Mientras le contaba lo ocurrido el profesor mantenía la vista clavada en ella, lo conocía bien y sabía que el enigma que rodeaba a su amiga lo tenía encantado.
-Vaya, eso es un gran avance. Hemos pasado de verla en sueños a creer verla de verdad. ¿Está segura tu amiga de que la vio?
-Si, al principio pensó que había sido una de sus pesadillas como de costumbre, pero ella se cortó con un cristal y cuando despertó tras haberse desmayado el corte seguía ahí. De esa manera supo que todo lo que ella creía haber visto, había ocurrido de verdad.
-Interesante, muy interesante.
-¿Sigues pensando que es un trauma?
-Bueno sí, claro que sí. Los traumas como el de su amiga dejan huellas imborrables. Hay varios estudios que demuestran que tras unos  hechos como los que me narraste, la satisfacción vital de una persona es mucho más baja que cualquier otra persona. Eso explica porque su amiga no es tan alegre como usted o cualquier otra persona.
-Pero no tiene solución, ¿o sí?
-Claro que sí, normalmente algunos traumas se suelen ir superando con la edad. El ser humano es mucho más débil cuando es joven, sobre todo cuando es un niño. En el caso de tu amiga los sucesos transcurrieron cuando ella era realmente joven y si nunca se ha puesto en manos de un especialista es normal que el trauma todavía perdure. Cuando me llegan este tipo de casos lo que recomiendo es transformas esos miedos e inseguridades creados por el trauma, se basa en reestructurar el pensamiento de esa persona, y construir nuevos valores. De esta forma los miedos pasan a ser motivaciones para seguir adelante.
-¿Cómo explicas todo eso el hecho de que ella creyese ver lo que vio?
-Bueno, no lo explica. Verás cuando ella vivió todo era pequeña, pero en esa edad un niño ya sabe diferenciar lo vivo de lo muerto, por lo tanto psicológicamente se espera que tras la pérdida de un ser querido, se pase por las distintas fases del duelo. Está claro que el duelo para un niño no es igual que para un adulto, es mucho más difícil. De por si superar el duelo es muy difícil para ciertas personas si le añadimos todo lo que le sucedió después, ya no solo podemos hablar de ello como tal. Tu amiga no lo pasó muy bien y está claro que cada hecho marcó su vida.
-¿Entonces sus pesadillas son normales?
-Bueno, sí y no. Sus pesadillas pueden ser recuerdo de lo ocurrido. Cuando vivió todo era pequeña y ahora que está entrando en la edad adulta nos olvidamos de aquellos años, a pesar de saber que están ahí. Sus pesadillas no son más que recuerdos de lo ocurrido, que se repiten una y otra vez.
-¿Por qué motivo?
-Eso es sencillo. Cuando tú no te enfrentas a tus miedos, estos no desaparecen de la nada. El ser humano es muy vulnerable a ciertas cosas, y su amiga lo es más, es débil psicológicamente. Su miedo es quien provoca esas pesadillas.
-¿Debe superar ese miedo? –El profesor asintió- ¿Cómo?
-Eso ya no es tan fácil. Superarlo cuando es reciente es sencillo, cuando se es adulto y han pasado tantos años es más difícil y más si su amiga rechaza cualquier tipo de ayuda.
-¿Entonces lo que vio?
-Bueno hay gente que cree que puede ver cosas, yo no lo discuto. Soy como usted, hasta que no lo vea con mis propios ojos no puedo creerlo del todo, pero hay casos en los cuales se ha demostrado que puede ser real. Su amiga puede ser que lo viera de verdad, o que sin darse cuenta estuviera bajo una situación de mucho estrés, lo que podría provocar mareos y desmayos como el que sufrió y quizás también confusiones. Puede que lo que ella haya creído ver tan solo sea fruto de su imaginación, puede que estuviese perdida o mareada y al despertar por miedo pensase que vio a la chica de sus pesadillas.
Marie se quedó pensativa, dándole vueltas a todo lo que el profesor le iba contando. Ya sabía que para ayudarla ella debía dar el paso de visitar a un especialista, se lo llevaba repitiendo desde que supo de sus problemas, pero ella siempre se negaba.
-Cabe la posibilidad de que... ¿Podría mi amiga estar loca?
El profesor empezó a reír en su asiento, y enseguida Marie se sintió estúpida por haber hecho aquella pregunta.
-Marie, para empezar el término loca no es algo que me guste usar, la verdad es que nunca me ha gustado como suena. Y segundo, no lo creo, la verdad es que cualquier otro psicólogo podría decirte que sí y no podría debatírselo, cada uno puede pensar lo que quiera. Pero en mi opinión dado el pasado de su amiga no podría decir que lo estuviera. Tampoco asociaría todo lo que le ocurre a ninguna de las enfermedades que podría explicar esos sucesos. Todas ellas tienen características muy comunes entre ellas que su amiga no reúne.
-Ella cree que sí.
-Bueno supongo que porque así le será más fácil pensar eso. A veces las personas preferimos esconder lo que ocurre e ir por el camino fácil. Pero según qué casos, no siempre suele funcionar, y está claro que en el caso de su amiga, no está funcionando.
Marie asintió, tenía toda la razón. Mia llevaba años ignorando sus pesadillas, pensando que la explicación de todos sus males era aceptar que estaba loca y asumir que tendría que vivir con ello toda la vida. Huía de los problemas y de sus miedos, y como el profesor decía hay miedos de los cuales no se puede escapar.
-Gracias Kirk, sobre todo gracias por atenderme fuera del horario lectivo.
-No tienes por qué dármelas Marie, ¿somos amigos no? Siempre puedes recurrir a mí para estas cosas, aunque sigo pensando que serias una maravillosa alumna, de sobresaliente. Lástima que prefiera el estudio de las leyes.
Ambos rieron, desde que se conocen el profesor Peterson ha intentado convencerla de que cambiara de opción, que dejara el derecho que tanto la aburría para dedicarse a su verdadera pasión. María deseaba decirle que sí, que el próximo año cambiaria de carrera, pero no quería volver a tener esa discusión con sus padres. Se limitaba a asumir que su vida estaría ligada al derecho y quizás cuando fuera más mayor y tuviera sus propios ingresos estudiaría lo que realmente quiso, por el mero hecho de quitarse esa espinita del corazón.
Se levantó y empezó a ponerse el abrigo, ya era tarde y debía volver a la residencia. El profesor al darse cuenta de sus intenciones se levantó y se situó delante de ella. Sin pensárselo dos veces acogió su cara entre sus manos y la besó.
Hacia unos meses que su amistad había pasado a ser otra cosa, ninguno de los dos quería ponerle nombre, pero ambos sentían lo mismo. Se escondían del resto de los alumnos, sin motivo alguno, ya que ambos eran mayores de edad y técnicamente él no era su profesor.
-Me encanta que vengas a pedirme consejo para tu amiga, pero te echo de menos.
-Yo también, pero últimamente ando algo liada con los exámenes y mi amiga va a peor. Quiero ayudarla, ojala pudiera.
El profesor la abrazó y la ayudó a terminar de ponerse el abrigo.
-Marie me gustaría pedirte un favor.
-Claro, ¿Qué quieres?
-Me encantaría poder hablar con tu amiga, sé que has intentado convencerla de que visite algún especialista, pero quizás se lo vendes mal.
-¿Cómo dices?
-Tu amiga tiene miedo a que la tachen de loca ¿no? –Marie asintió- Bueno pues si no visita a un psicólogo no tiene por qué sentir ese miedo.
-Pero Kirk tu...
-No soy médico Marie, legalmente no puedo ejercer como psicólogo. Soy profesor y escritor poco más. Por lo tanto no podré diagnosticarla ni recetarle nada en caso de que así lo necesitase, pero puedo ayudarla, no como médico si no como amigo.
-No querrá...
-Inténtalo, te estaría muy agradecido, el caso de tu amiga me tiene muy intrigado y sobre todo me intriga conocer a la persona que tras vivir todo aquello sigue teniendo ganas de luchar por la vida. Y estoy seguro de que si la ayudo a ella, te puedo ayudar a ti.
-Está bien, haré lo que pueda. Buenas noches.
-Buenas noches, señorita Salberg.
Marie no lograba entender porque a veces era Marie y otras simplemente la señorita Salberg, el profesor era todo un misterio para ella. Se suponía que eran algo más amigos pero jamás hablaban de sus vidas. ¿Por qué nunca le contaba nada sobre él?
**
A la mañana siguiente Mia se despidió de su madre, había estado toda la noche dándole vueltas a la conversación que habían tenido esa mañana. Lo que al principio la hizo enfadar, después la hizo sentirse muy querida. Eric había llamado a su madre preocupado por ella, porque necesitaba saber que era lo que pasaba, e iba siendo hora de que ella le contase al menos parte de la verdad.
Durante todo el trayecto de vuelta a Bergen estuvo pensando en cómo podría abordar aquella conversación, incluso llegó a apagar la radio del coche para practicar una vez y otra vez como podría decírselo de forma que no sonase tan mal como realmente era.
No quería que Eric cambiase su visión de ella, no quería que la viese como una persona débil, y sobre todo no quería que la mirase con pena. Había soportado esas miradas durante muchos años. ¿Podría pedirle a él también que no la viese como la niña desvalida que era?
Cuando llegó a casa Eric estaba solo en el salón, llevaba puestos sus auriculares por lo que no la oyó llegar. Estaba en la mesa del comedor, lo más seguro que estudiando. Aprovechó aquello para poder darle una sorpresa, después de todo se alegraba de haber vuelto. Desde que se mudaron juntos nunca habían pasado tantos días separados.
Se acercó lentamente y sujetándole por detrás fue depositando besos por su cuello. Este asustado se dio la vuelta, al verla su cara cambio por completo. Mia sonreía como hacía mucho que no la veía y acabo contagiándole la sonrisa a él. Se levantó de donde estaba y se besaron, se dejaron llevar por la pasión, hasta que Mia recordó a lo que había venido.
-Eric... tenemos que hablar.
Sus palabras hicieron que el cuerpo de Eric se tensara al instante, sus manos se aferraron con fuera a las caderas de ella. Cuando volvió a mirarla, sus ojos le intentaron mostrar que estaba tranquila, pero no conseguía engañarlo.
-¿Qué ocurre?
-Bueno... yo... Después de hablar con mi madre creo que... creo que mereces saber lo que pasa. Me contó que habías hablado con ella, que la llamaste preocupado y eso fue...
-Lo siento Mia, sé que no debí pero...
-Shh. Iba a decir que eso fue precioso. Sabía que te preocupabas por mí, pero cuando supe lo que habías hecho, fue cuando me di cuenta de verdad de lo que me quieres.
-Mucho, ya lo sabes.
Mia asintió.
-Por eso quiero que sepas la verdad.
-¿La verdad?
-Sí, mi pasado. Quiero dejarlo atrás y empezar de cero contigo a mi lado. Y sé que solo puedo hacerlo si soy sincera contigo.
-De acuerdo, adelante.



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