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Entre dos mundos, Capítulo 1



Mia se despertó temerosa y bañada en sudor de otra de sus pesadillas nocturnas. Se levantó de la cama, intentando no molestar demasiado a Eric que seguía durmiendo plácidamente a su lado. Buscó como sus nervios le permitieron las zapatillas de estar por casa y se metió en el baño. Se miró en el espejo, tenía una pinta horrible. Llevaba años soñando noche tras noche con la misma escena, pero jamás había oído aquella voz, hasta hace unos días. No consiguió entender porque últimamente esa chica no paraba de hablarle, de pedirle ayuda. ¿Por qué ahora?
Intentó quitarse el sudor y el miedo lavándose la cara con agua fría, pero al no tener ningún éxito, se metió directamente en la ducha e intentó así calmarse del todo y olvidar aquella horrible pesadilla.
Desde muy pequeña soñaba con lo mismo, no había noche que consiguiese dormir tranquila. Su madre siempre le decía que se debía a un trauma por lo vivido cuando tan sólo era una cría pero ella no estaba tan segura de que esa fuera la explicación de lo que le sucedía. Muchas preguntas rondaban la cabeza de Mia. ¿De quién era esa voz? ¿Por qué decía que tenía que ser precisamente ella quien la salve? ¿Qué era exactamente lo que busca? ¿Quién era aquella chica? Y sobre todo la más importante, ¿era real todo lo que veía en sus pesadillas o tan solo era fruto de su imaginación?
**
-Preciosa, ¿Estás bien?
Mia lo miró sin apenas levantar la vista de sus apuntes. Siempre aprovechaba para ponerse al día con la universidad mientras el resto de la casa todavía dormía. Pero nunca conseguía concentrarse, se pasaba las horas reviviendo en su mente las escenas de sus pesadillas, les buscaba una lógica, que jamás encontraba.
-Sí, perdona, estaba pensando en mis cosas. ¿Café?
Eric asintió y la siguió hasta la cocina, donde se apoyó en la encimera para poder observarla. Su aspecto siempre era el mismo, cansada. Mia nunca aparentó su edad, el hecho de dormir tan poco durante tantos años, había endurecido las facciones de su rostro.
-¿Qué te preocupa?
Eric, el novio de Mia, no era el típico chico noruego, a diferencia de la gran mayoría de chicos rubios él era moreno, alto y con los ojos oscuros. De pequeño nunca tuvo un hogar fijo, siempre estaba viajando por culpa del trabajo de sus padres, hasta que llegó a la universidad. Fue entonces cuando se dio cuenta del cansado que estaba de aquella vida, necesitaba una casa, un horario fijo y sobre todo una vida.
Se conocieron hace dos años, al poco de llegar Mia a la ciudad. Eric la ayudó a instalarse y a acostumbrarse a su nueva vida y a la universidad. Él desde el primer día que la conoció, se dio cuenta de que no era lo que ella pretendía aparentar. Tras la fachada de chica fuerte y valiente, se escondía una niña perdida, pero jamás se lo hizo saber.
Mia nunca se había sentido así con un chico, su vida siempre fue muy tranquila, y apenas salía de casa. Eric fue la única persona que consiguió que el corazón de Mia, que llevaba años parado, volviese a latir. Aunque el miedo jamás le ha dejado contarle nada de su pasado, jamás reunía el valor suficiente para contarle sus pesadillas.
Por problemas económicos de ella, se fueron a vivir juntos, hace unos pocos meses. Compartían piso con el primo de este Kristian y su novia. Desde entonces empezaron los problemas, durmiendo cada noche con él no podía ocultarle sus pesadillas, no podía ocultarle el dolor que estas le provocaban. Todos sus temores quedaban expuestos noche tras noche, sin que ella pudiese remediarlo.
Al principio de su convivencia, Eric se despertaba junto a ella cada vez que esta se sumergía en una de sus pesadillas, y estaba a su lado hasta que Mia conseguía tranquilizarse. Los primeros días le preguntaba que ocurría, pero Mia nunca le contestaba, y cuando lo hacía jamás le contaba la verdad.
Con el paso del tiempo y viendo que Mia no iba a contarle lo que le sucedía se dio por vencido y dejó de insistir, supuso que el día menos pensado ella se sentiría totalmente preparada como para confiarle sus temores. Pero eso no quitaba que se preocupase por ella, sabía que había algo que la atormentaba por las noches.
Mia se acercó a su novio y le ofreció café recién hecho pero este no le prestó la menor atención a la taza que ella le dio, la dejó sobre la encimera y cogiendo a Mia por la cintura la acercó a su cuerpo.
-Mia dime que sucede, por favor. No puedo estar viendo cómo te despiertas cada mañana y no hacer nada. ¿Sabes cómo me siento yo?
-Será estrés, cariño no te preocupes.
Mia le dedicó a su chico una mirada tierna, intentando así que cambiase completamente de tema, pero Eric no se dio por vencido. Estaba cansado de medir sus palabras y de hacer como si nada estuviera pasando.
-Pues llevas demasiado tiempo con estrés, porque desde que te conozco Mia siempre ha sido igual.
-Déjalo ya, no pasa nada.
- ¿Algún día confiarás en mí lo suficiente como para decirme que demonios te pasa? Porque me estoy empezando a cansar Mia. No entiendo a qué viene tanto secretismo, y menos conmigo. ¿Cómo quieres que me crea todo lo que me dices sobre tus sentimientos, si veo que cada mañana me mientes más?
- ¿Qué?
-Normalmente las parejas hablan de sus cosas, de sus preocupaciones, sin tener que mentirse. ¿Cómo quieres que me sienta si veo que no confías en mí? ¿Cómo quieres que me sienta si veo la mentira en tus ojos?
Sin decir nada más Eric cogió la taza de café y se volvió al dormitorio que ambos compartían. Se sentía frustrado, intentaba entenderla, no enfadarse con ella, pero después de tanto tiempo le era imposible.
Cinco minutos más tarde volvió a aparecer en el salón y cogiendo la mochila de la entrada salió de casa sin ni si quiera despedirse de ella, que miró preocupada todo lo que estaba sucediendo. Mia se quedó bloqueada en la cocina, incapaz de moverse. Las pocas veces que ella y Eric habían discutido siempre se debía al mismo problema, su silencio, su miedo a contarle la verdad. Pero ella no podía hacer más, cada vez que pensaba en contarle hasta el último detalle, su voz desaparecía.
**
-Por la cara que traes me da a mí que tú has discutido otra vez con Eric. ¿Me equivoco?
-Nunca lo haces.
-Lo sé, pero va cuéntame que ha pasado ahora.
Marie es la única amiga de Mia. Se conocieron en la residencia universitaria, fueron compañeras de habitación durante un año entero. Al igual que Eric, Marie empezó asustándose por ver como su amiga temblaba y chillaba noche tras noche. No paró hasta que consiguió que Mia confesara lo que le ocurría, desde entonces Marie nunca la ha dejado sola.
-Lo de siempre. Se está empezando a cansar de mí, y de mis...-resopló.- No sé qué hacer.
- ¿Cómo que no sabes qué hacer? Mia que no se lo contaras al principio de vuestra relación puedo entenderlo, pero no sé porque ahora no. Es un buen chico y te quiere, no me extraña que se canse. Te lo llevo advirtiendo todo este tiempo.
-Marie no se lo puedo contar... ni si quiera nosotras sabemos que es lo que pasa. ¿Qué quieres que le diga? Pensará que estoy loca...
- ¿Loca?  Tú lo que eres es tonta. Mia es normal que tengas esas pesadillas, son recuerdos vividos en tu infancia, miedos que jamás has podido vencer. Vamos lo normal si ves lo que tú viste con seis años. Y no pensará nada de eso, la única que lo piensa eres tú. Sentirá lo mismo que yo sentí cuando me enteré. Te ayudará.
En cuanto Marie supo de los miedos de su amiga se obsesionó buscando una explicación lógica, y remedios para poder superar aquellos temores. Marie es de las personas que piensan que todo lo que sucede a nuestro alrededor debe tener una explicación científica. Pero todos los remedios que la ciencia daba para ayudar a Mia, no dieron resultado. Aun así, se negaba a pensar que lo que ocurría se salía de lo normal.
-Ya Marie, pero ahora tenemos veinte años, no creo que sea un trauma.
-¿Entonces qué es?
Ambos se pararon a medio camino, viendo la gente pasar a su alrededor. Ninguno de los extraños que caminaban a su lado no se molestaban en mirar hacia su dirección. Mia miró a su amiga.
-No lo sé, si lo supiera no estaría así. Pero, necesito saber que es todo lo que me está pasando, antes de contárselo. Quizás alguien sepa porque me pasan estas cosas, quizás haya alguien que haya pasado por lo mismo, quizás...
-Lo que tienes que hacer es ir a un especialista.
-Si para que me encierren en un psiquiátrico, ¿Quieres que sea eso lo que me pase?
-¿Enserio crees que quiero eso? Llevo estos años intentando ayudarte, llevo buscando una explicación lógica a todo esto todo este tiempo, y tú no ayudas ¿Sabes? Te limitas a decir que si se lo cuentas a la gente pensaran que estás loca. Quieres saber qué te pasa, pero no aceptas mi consejo de pedírsela a un profesional. ¿Qué más quieres que haga Mia? Eric tiene razón, la gente se cansa de ir detrás de ti ofreciéndote ayuda, y ver cómo les mientes.
Marie odiaba ser tan dura con su amiga, pero más odiaba ver lo que sus miedos estaban haciendo con ella. Estaba segura de que el profesor Peterson encontraría una explicación a todo lo que estaba sucediendo, pero si Mia no ponía de su parte nada de lo que ella dijera ayudaría.
Quería disculparse por todo lo que había dicho, decirle que había sido cruel, pero necesitaba que Mia entendiese que debía empezar a confiar en la gente, y dejar de pensar que estaba loca.
La miró una vez más y vio como esta terminaba de secarse las últimas lágrimas. Cuando fue a abrir la boca, Mia ya se estaba dando la vuelta para marcharse.
La vio alejarse entre la multitud, pensó en seguirla, agarrarla del brazo y pedirle disculpas hasta que se quedara sin voz. Pero sabía que a pesar de sentirse culpable por lo que acababa de decirle, no podía dar marcha atrás, si quería que Mia empezase a darse cuenta de las cosas, debía dejarla que reflexionara sobre lo que le había dicho.
Se marchó siguiendo los pasos de su amiga, a pesar de todo lo ocurrido debía ir a universidad y aguantar como su amiga la ignoraba durante todas las clases de aquel día que no había empezado del todo bien.
**
Mientras tanto en el gimnasio de la universidad, Eric intentaba quitarse la frustración a base de ejercicio. El gimnasio le ayudaba a mantener la cabeza lo bastante ocupada como para alejar los pensamientos de Mia de ella.
-Tío si no te lo tomas con calma, te vas a destrozar.
Eric levantó la cabeza de la máquina y vio a Kristian, su primo.
-Ojalá, cuanto más cansado mejor.
-¿Qué os ha pasado ya? Esta mañana os he escuchado discutir en la cocina.
Kristian empezaba a conocer ya las costumbres de Eric, cuando discutía con Mia siempre acababa en el gimnasio hasta las tantas, así cuando llegara a casa estaría tan cansado que no podría ni hablar con ella. Por eso esta mañana al escucharlos, supo enseguida donde debía buscarlo para hablar con él. Y como en muchas ocasiones, no se equivocaba.
-Lo de siempre tío. No la entiendo, me dice que me quiere, que nunca ha sentido lo que siente por mí, pero veo como me miente cada mañana. Intento entenderla, ponerme en su lugar, imaginarme que puede haber pasado en su vida para causarle tanto dolor, pero seguro que mis ideas se quedan bastante lejos de la realidad. En cambio ella parece resignada, no pide ayuda y cuando lo intento...
-Chaval las mujeres son así. Anda vamos a tomarnos algo, siempre será mejor que te emborraches a que te quedes aquí hasta que no puedas más.
-Prefiero quedarme aquí la verdad.
-Eric eres peor que tu chica, levanta el culo, tira para las duchas, te espero en la puerta. Tienes 10 minutos.
Eric miró a su primo sabía que no tenía otra escapatoria, lo conocía bastante bien y a cabezota no lo ganaba nadie, si se proponía sacarlo del gimnasio lo conseguiría quisiera él o no. Se levantó de la máquina y caminó hacia los vestuarios. En la ducha no pudo dejar de pensar en que podría atormentar tanto a Mia como para causarle esas horribles pesadillas. ¿Tan grave es que no podía contárselo? Alguien debía tener las respuestas a todas sus preguntas, Mia no podía estar pasando por todo aquello sola.
Unos minutos después Eric salió de los vestuarios y fue a reunirse con su primo en la entrada del gimnasio.
-Ya estoy, anda vamos a por unas cervezas antes de que me arrepienta de haber dicho que sí.
Cuando llegaron a la cafetería ninguno de los dos habló, hasta que tras traer la camarera las cervezas Kristian no pudo aguantar más tiempo callado.
-¿Qué crees que le puede pasar? ¿Qué le puede dar tanto miedo?
Sin necesidad de mencionar el tema, Eric sabía a lo que se refería. Con cada pesadilla Mia se despertaba gritando y nerviosa, era imposible no escucharlo.
-Llevo haciéndome esa misma pregunta todo este tiempo.
-Desde mi habitación también se escuchan los gritos, dan bastante miedo.
Erik asintió, la verdad es que ver a su chica en esa situación siempre le ponía los pelos de punta.
Cuando la conoció pensó que era una chica fuerte, pero su imprevisión cambio por completo cuando vio cómo se despertaba cada mañana. Parecía otra persona, con la mirada perdida, bañada en sudor, y con el miedo en el cuerpo. Entonces se dio cuenta de que algo muy horrible estaría viviendo en sus sueños para que se levantara de esa forma.
Al principio de su convivencia Eric siempre se asustaba, en plena noche empezaba a escucharla gritar y sentir como se retorcía a su lado. Las primeras noches se levantaba con ella para tranquilizarla, pero nunca conseguía que se volviera a dormir. Cuando vio que no era nada útil empezó a fingir que no la escuchaba, simplemente se daba media vuelta y se hacia el dormido. Sin embargo por dentro no podía soportar lo que pasaba a su lado. Sentía el miedo de su chica en sus carnes, incluso había noches que no conseguía quedarse dormido, sabiendo que tarde o temprano empezaría a notar los efectos de las pesadillas en Mia.
- ¿Has pensado en hablar con un especialista?
- ¿Yo? Kristian, no sé ni si ella sabe porque le pasan esas cosas. Por más que le pregunto más me miente, es muy frustrante.
-Habla con su madre.
-¿Crees que ella me puede contar algo? Solo la he visto un par de veces, no creo que me vaya a decir nada.
-Ya, pero eres el novio de su hija. Y no la vas a llamar por una tontería. Escucha primo, lo que sea que le pase a Mia tiene que ser bastante grave, y si alguien lo tiene que saber es su madre.
Erik se quedó pensativo, dándole vueltas a lo que su primo le decía. ¿Sabría la madre de Mia lo que le ocurre? En caso de saberlo, ¿se lo contaría?
-Si puede que tengas razón.
**
Cuando Mia llegó a casa tras las clases se dio cuenta de que estaba sola. Soltó el bolso y los libros en la mesa del comedor y se metió directamente en el baño. Después de todo lo ocurrido durante el día lo que más necesitaba era una ducha, y olvidarse de todos sus problemas aunque solo fuera durante unos minutos.
Mientras se duchaba escuchó como la puerta principal de la casa se cerraba de un portazo, sin prestarle mayor atención Mia pensó que alguno de sus compañeros de piso ya habría vuelto a casa. Pero lo extraño es que tras el portazo no se escuchaba nada más. Mia cortó el agua para ver si de esa manera oía cualquier cosa que pudiera estar pasando fuera, pero nada, la casa estaba totalmente en silencio salvo por su respiración que empezaba a ser nerviosa.
De pronto se volvió a escuchar un golpe, esta vez parecía como si algo se rompiese al caer al suelo. La pregunta que ahora rondaba la cabeza de Mia era quien estaba en casa, cuando ella llegó hace apenas unos minutos la casa estaba vacía. El miedo empezó a correr por las venas de Mia, y su corazón empezó a latir a un ritmo totalmente exagerado.
_ ¿Eric? ¿Ya estás en casa?
Nada...
_ ¿Katia?
Nada...
_ ¿Kristian? Dime que eres tú por favor..._ esto último no pudo evitar decirlo en un susurro.
Pero tampoco obtenía contestación...
¿Qué estaba sucediendo en su casa?
Todo se quedó de nuevo en silencio, lo único que se escuchaba era la respiración entrecortada de Mia, y las pocas gotas restantes que caían de la alcachofa de la ducha. Tras una larga pausa decidió que lo mejor sería ver qué pasaba fuera, cubriéndose el cuerpo con una toalla salió como pudo del baño.
Todo parecía igual de tranquilo que antes, salvo porque en el suelo del salón había un marco tirado. Estaba roto, y había cristales por todas partes, esto es lo que debió ocasionar el segundo sonido. Pero, ¿Cómo se ha caído si no hay nadie en casa? ¿Qué estaba pasando?
Recogió la foto y empezó a recoger también los cristales para limpiar el salón cuando vio que en el suelo empezaban a formarse pequeñas escarchas, la habitación quedó bañada en un aire gélido en cuestión de segundos.
En ese momento Mia supo que no estaba sola, volvió a tener la misma sensación que en todos sus sueños.
Sintió un cálido aliento en la nuca, se volvió buscando la persona que ha provocado esa sensación pero estaba sola en el salón. Se volvió a agachar para terminar lo que había empezado cuando se oyeron unos gritos al fondo del pasillo, parecía una niña gritando de dolor...
El cuerpo de Mia empezó a temblar, no entendía lo que estaba ocurriendo. Cerró los ojos pensando que así se despertaría pronto de aquella pesadilla, pero los gritos iban aumentando, como si la persona que los provoca se estuviera acercando poco a poco a ella, pero no lograba ver quien gritaba. El temblor de Mia hizo que uno de los cristales resbalase de sus dedos, y acaba cortándole la mano. La sangre empezó a salir, Mia al darse cuenta intentó ir a la cocina a lavarse la herida lo antes posible, pero le fue imposible, alguien que ella no lograba ver la agarró por detrás y la mantenía de pie mirando hacia el pasillo, igual que en sus sueños.
Entonces logró distinguir a alguien al final del pasillo, una chica, la misma que ve cada noche, camina hacia Mia.
“No puedes huir más, tienes que ayudarme. Ahora.”
El sonido de la cerradura sacó a Mia de su miedo, por fin venia alguien a ayudarla.
De repente todo se volvió borroso para ella.
-¿Mia? Por dios Mia que te pasa.
Eric corrió hasta el cuerpo de Mia, que estaba tirado en el suelo. Al tocarla notó lo fría que estaba y como todavía temblaba.
-Voy a llamar a un médico tío.
Eric sujetó a su primo del brazo para tranquilizarlo.
-No, voy a llevarla a la cama tráeme paños de cocina para limpiarle la herida.
-Tío, deberíamos...
-Haz lo que te he dicho Kristian.
Eric cogió a Mia en brazos y se la llevó hasta el dormitorio. La vistió como pudo y la metió lo más rápido que le fue posible en la cama, de forma que poco a poco fuera recuperando la temperatura.
¿Qué demonios acababa de pasar?
Horas después Mia empezó a despertarse. Nada más abrir los ojos se dio cuenta de que Eric estaba tumbado a su lado mirándole preocupado. Al instante su mente se llenó de recuerdos de lo sucedido antes de que él llegara y empezó a temblar. Eric que se dio cuenta enseguida se acercó más a ella y le abrazó.
-Cariño, ya está. Estoy aquí contigo. No te va a pasar nada. Ya ha pasado todo.
-No, no ha pasado, solo acaba de empezar.
Erik que prefería no preguntar en ese momento a lo que Mía se refería, guardó silencio. La abrazó mientras temblaba de miedo, hasta que cayó rendida por el cansancio.
**
Cuando Kristian vio llegar a su primo al salón se levantó corriendo. Hasta entonces se había mantenido al margen como le había pedido su primo, pero no podía evitar darle vueltas a todo lo que había visto. Para distraerse había recogido los cristales y había limpiado la sangre del suelo.
-¿Cómo está?
-Dormida.
-Macho que miedo, tú has visto lo mismo que yo ¿verdad?
Eric asintió, pero no estaba seguro de lo que había visto, el sólo miraba a Mia. Pero Kristian tenía razón, cuando llegaron a casa el salón parecía que estaba congelado y de la nada todo desapareció ante sus ojos. Todo era muy extraño y confuso, la única que podía contarle lo ocurrido, jamás lo haría.
-La cara de Mia daba miedo, era como... como si no fuera ella.
-Kristian, ¿Qué hago? Esto... Dios...
Este se acercó más a su primo y poniéndole una mano en el hombro, intentó tranquilizarlo, y le dio el mejor consejo que pudo:
-Ya te lo dije antes, si no te lo cuenta ella, habla con su madre. Estoy seguro de que ella debe saber lo que pasa.
Sin más Kristian desapareció por el pasillo. Eric seguía en el salón mirando la televisión, pero sin prestar atención al programa que estaban emitiendo. A pesar de que había intentado calmar a su primo, él no lo conseguía. Hasta ahora su mayor preocupación siempre fueron las pesadillas de Mia, como se despertaba, como temblaba durante casi toda la mañana, y él no podía hacer nada.
Pero lo que acababa de ver, se salía de todo lo que él conocía como normal. ¿Qué hacía Mia en toalla en el salón? ¿De dónde venía el frío?
Eric miró el reloj de pared, las diez y media, ¿era demasiado tarde para llamar?
-¿Diga?
-¿Linda? Hola, soy Eric.
_Eric, cariño, ¿Cómo estás? ¿Ha pasado algo?
Linda Dahl era la mujer más dulce que Eric había conocido, solo la había visto dos veces pero siempre lo trataba como si lo conociera de toda la vida. ¿Sería suficiente como para que ella confiase en él?
-No, Linda, todo está bien. Es solo... qué bueno yo estoy algo preocupado por Mia.
-¿Ha ocurrido algo?
La voz de Linda sonaba preocupada al otro lado del teléfono, Eric se sintió culpable al instante por llamarla.
-No, nada que no sepas. Me preocupan las pesadillas de Mia. Sobre todo como le afectan a ella, como se despierta de cada una de ellas. He intentado hablarlo mil veces con ella, pero siempre me da largas, me dice que es estrés. Yo... necesito saber que le ocurre, necesito saber cómo poder ayudarla.
-Entiendo. –suspiró y se tomó un tiempo para pensar bien lo que iba a decir.- Veras cariño, Mia no tuvo una infancia muy fácil, y hay cosas que por desgracia por mucho que intentemos borrar se quedan en lo más hondo de nuestra memoria. No voy a ser yo quien te cuente la historia, porque quiero que sea mi hija la que lo haga, pero si quieres ayudarla muéstrale tu apoyo. Mi hija es muy terca y se empeña en alejar a todo el que intenta estar en su vida. Cuando me dijo que estaba contigo me llevé una gran sorpresa, pero luego vi lo que habías hecho con ella. Aunque no lo creas lo que sea que estés haciendo, le va bien.
-¿Cómo le puede ir bien? No... No entiendo nada. Yo no hago nada, ella no me deja que la ayude, no me dice lo que pasa.
-Eric, tú te preocupas por cómo se despierta mi hija cada mañana. Pero eso no es nada con lo que yo he visto. Confía en mí, está mejor desde que estás con ella. Dale algo más de tiempo, acabará contándote lo que le ocurre, estoy segura.
-Gracias Linda.
-De nada cariño, sigue queriéndola como lo haces.
¿Qué le ha podido ocurrir a Mia de pequeña para causarle tal malestar? ¿Por qué no podía confiar en él?
Cansado de seguir dando vueltas en el salón, Eric se dirigió al dormitorio, y la vio. Parecía tan tranquila, pero algo en su interior sabía que aquella paz duraría poco.
**
Era mediodía, Mia se encontraba en el patio trasero de una casa. Todo parecía muy tranquilo, hasta que del interior de la casa se escucharon gritos. Mia se asomó por una de las ventanas intentando no ser vista, y vio a una pareja discutir. No lograba comprender lo que cada uno de ellos se recriminaba, pero miro el interior de la casa, y todo le resultaba familia.
De pronto ambos se callaron y miraron hacia un mismo punto. La ventana. Mia se agachó tan rápido como pudo y se escondió tras lo que parecía una caseta de perro. Estaba segura de que si salían al jardín la verían, pero no sabía dónde más podría esconderse. En el jardín lo único que había era aquella caseta, un árbol y un columpio a lo lejos. Se quedó lo más callada que pudo, para escuchar cualquier movimiento que se produjera detrás suya.
Sin embargo Mia no escuchó nada, el jardín seguía totalmente en silencio y nadie había salido en su búsqueda. Pensó que quizás no la habían visto, simplemente miraban a algún lugar de la casa, y ella se asustó sin ningún motivo. Se levantó y volvió a mirar por la ventana, pero ya no había nadie. La pareja había desaparecido y la casa estaba en absoluto silencio.
Sin embargo, algo llamó su atención, risas. Provenían del jardín de la casa de al lado. Se acercó a la valla que separaba ambas casas y se asomó. Había dos niñas pequeñas jugando, eran idénticas. Ambas iban vestidas con un peto vaquero, pero cada una llevaba una camiseta de manga corta diferente, supuso que los padres se ayudaban de aquella manera para poder distinguirlas. Reían y jugaban a gusto, sin ningún tipo de preocupación.
Al otro lado del jardín había una chica aunque Mia no lograba verle del todo la cara, estaba tranquila leyendo lo que parecía ser una revista, pero sin quitarles ojo a las pequeñas. No podía ser su madre, era demasiado joven, sería su hermana mayor seguramente. No parecía muy contenta de tener que vigilarlas, más bien parecía bastante enfadada.
Algo llamó la atención de Mia y es que una de las dos niñas se cayó, y empezó a llorar. La chica que antes leía corrió en su auxilio, intentó tranquilizar a la pequeña pero no lo consiguió. Al final decidió cogerla en brazos y llevarla dentro de la casa para curarle la herida que esta se había hecho en la pierna.
La otra permaneció totalmente quieta en el jardín, justo donde su hermana había tropezado. Miraba la casa deseosa de ver a su hermana salir otra vez, pero eso no sucedía. Hablaba sola, Mia no lograba escuchar del todo lo que decía.
De repente un olor a quemado llegó hasta Mia, pero esta seguía mirando a la niña pequeña. Se dio cuenta de todo lo que sucedía porque la cara de esta cambio por completo. La casa que tenía delante, la casa en la que vio adentrarse a su hermana con esa chica, estaba en llamas. Estaba bloqueada mirando la escena. ¿Cómo podía haber sucedido? Tan solo habían pasado unos minutos desde que la chica se metió dentro de la casa.
Sin pensárselo dos veces corrió hasta la niña que lloraba desconsolada, la sujetó justo cuando esta se disponía a entrar en la casa.
-¡Helen! ¡Helen! ¡Helen!
Mia no consiguió calmar a la niña que lloraba en sus brazos e insistía en ir a por su hermana. Esta se revolvía en los brazos de Mia para correr al interior de la casa.
¿Por qué nadie acudía en su ayuda? ¿Por qué no salían las ocupantes de la casa? ¿Estarían...? No seguro que han salido por la puerta delantera de la casa.
La niña dejó de luchar contra su agarre y cayó de rodillas en el suelo. Mia sin saber muy bien que hacer, intentó limpiar las lágrimas que recorrían el dulce rostro de la niña. Solo entonces esta le devolvió la mirada. Sus ojos se encontraron durante tan solo unos segundos.
No podía ser.
No. No. No.
Debía ser otra de sus pesadillas.
Mia se levantó del suelo, y se alejó como pudo de aquella niña, que no apartaba los ojos de ella. La llamaba por su nombre, ¿Cómo podía ella saberlo? ¿Qué estaba ocurriendo?
En ese momento Mia se dio cuenta de que todo lo que había visto hasta ahora, no era real. Era...
En unos segundos, todo lo que rodeaba a Mia desapareció, todo a su alrededor se volvió negro. Volvió a sentir el cálido aliento sobre su nuca, se giró desesperada por saber quién estaba a su espalda. Pero como las otras veces, no había nadie, estaba sola.
“Tienes que ayudarme.”
Esa voz... Era la voz que se repetía cada noche en sus pesadillas.
Giró rápidamente para ver de dónde provenía aquella voz, pero no había nadie. Estaba completamente sola.
“Solo tú puedes ayudarme Mia. No puedes seguir huyendo, no te dejaré que lo hagas. ¿Me has odio? No pararé hasta que me ayudes.”

6 comentarios:

  1. Me gusta mucho, es muy interesante y además escribes muy bien ^^ Sigue con la historia, porfis ;)

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    1. Muchass gracias guapa me alegro de que te guste y espero que siga siendo así hasta el final!!!
      Muchos Besitoss!!

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  2. El primer capitulo de un libro o novela suele ser como mas aburrido,pero el tuyo no,es leer las cinco primeras lineas y ya estas enganchada,me gusta que no sea la tipica historia de amor demasiado cursi,y la trama es muy interesante,me encanta como redactas.
    Besos c:

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    1. Muchas gracias por tu comentario, la verdad es que la historia tiene sus momentos de amor pero no es en sí misma una historia romántica, espero que te gusten el resto de capítulos! Muchos Besos!

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  3. Sí que has empezado fuerte el libro, ¡eh! Me gusta, me gusta. Se ve que tienes pensada una novela interesante, además que escribes bastante bien. En cuánto tenga más tiempo sigo leyendo :)

    ¡Muuuuak!

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    1. Bueno en mi cabeza parece ser muy interesante solo espero reflejarlo de la mejor manera! Muchas gracias por tu opinión y por pasarte por aquí, estaré encantada de seguir leyendo tus opiniones en los capítulos siguientes! Muchas besos y muchas gracias por comentar :)

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